"Si se levantan los vientos de
las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las
tribulaciones, mira a la estrella, llama a María.
Si eres agitado por las olas de la soberbia, de la
detracción, de la ambición o de la envidia, mira
a la estrella, llama a María. Si la ira, la
avaricia o la impureza impelen violentamente la
navecilla de tu alma, mira a la estrella, llama a
María (...) No se aparte María de tu boca, no se
aparte de tu corazón (...).
“No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía: llegarás felizmente a puerto, si Ella te ampara.”
“No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía: llegarás felizmente a puerto, si Ella te ampara.”
(San Bernardo, Homiliae super
"Missus est" 2, 17).
No hay comentarios:
Publicar un comentario