Creo
que, después de la oración litúrgica del Santo
Sacrificio de la Misa, la oración del Santo Rosario, por el
origen y sublimidad de las oraciones que lo componen y por los misterios
de nuestra redención que recordamos y meditamos en cada decena,
es la oración más agradable a Dios que podemos ofrecer
y de mayor provecho para nuestras almas. Si así no fuese, Nuestra
Señora no la habría recomendado con tanta insistencia.
La oración del Santo Rosario es la que más ha sido recomendada
por todos los Sumos Pontífices que en los últimos siglos,
sirvieron a la Iglesia, comenzando por Gregorio X_111, que en la Bula
"Monete Apostolos", lo llama "Salterio de la Santísima
urgen que rezamos para aplacar la ira de Dios e implorar la intercesión
de la Santísima Virgen" (1 de abril de 1573). También
Sixto V, en la Bula "Dum ineffabilis", el 30 de enero de
1586, llama al Rosario "el Salterio de la Gloriosa y siempre
Virgen María, Madre de Dios, instituido por inspiración
del Espíritu Santo".
Antes
de estos dos Papas gobernó la iglesia San Pío V. Éste
atribuyó a la oración del Rosario la victoria de Lepanto,
obtenida por los cristianos contra los turcos, el 7 de octubre de
1571. En acción de gracias, mandó celebrar anualmente,
en ese día, la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias,
fiesta que su sucesor vino a designar como Nuestra Señora del
Rosario.
Cerca de trescientos años después de esta guerra, servía
a la Iglesia el Papa Pío IX. Éste, en su lecho de muerte
dijo a los que lo rodeaban: "El Rosario es un evangelio compendiado
y dará a los que lo recen aquellos ríos de paz de que
nos habla la Escritura; es la más hermosa devoción,
la rnás abundante en gracias, y agradabilísima al Corazón
de María. Sea éste, hijos míos, mi testimonio
para que os acordéis de mi en la tierra" (febrero
de 1878). Es maravilloso cómo el gran Pontífice unió
la oración del Rosario al Corazón Inmaculado de María.
¡O no fue, acaso, él, el Pontífice de la Inmaculada
que hiciera la proclamación dogmática de la Inmaculada
Concepción de María por la Bula "Ineffabilis
Deus", en 1854!
León
XIII, en la Encíclica "Fidentem plumque",
de 20 de septiembre de 1896 dice: "En la devoción
del Rosario, Cristo ocupa el lugar principal (...) por medio de las
oraciones vocales de que está formado, podemos expresar- profesar
la fe en Dios, nuestro Padre providentísimo, en la vida eterna,
en el perdón de los pecados, -y también en los misterios
de la Augusta Trinidad, del Verbo Encarnado, de la maternidad divina,
y en otros. Ahora bien, nadie ignora el gran valor y mérito
de la fe. La fe, efectivamente, no es otra cosa que una escogida simiente
que, en el presente, produce flores de todas las virtudes que nos
vuelven agradables a Dios y dan frutos que duran hasta la vida eterna:
puesto que «conocerte es justicia consumada y el reconocer Tu
justicia y virtud, es la raíz de la inmortalidad» (la
cita es del Libro de la Sabiduría, 15, 3)".
Admirable
es la afirmación del Papa León XIII según la
cual la Santísima Trinidad es la obra de salvación realizada
por Cristo que está en el centro de esta gran oración
que es el Rosario, constituyendo éste una gran profesión
de fe en aquellos misterios centrales de la Doctrina Católica.
Es de gran valor espiritual la fe que en la referida oración
profesamos y ejercitamos. Por eso el mismo Pontífice valiéndose
de las palabras del Apóstol San Pablo dice: "Porque con
el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca
se confesa la fe perra la salvación " (Romanos, 10, 10).
Por eso, el Rosario nos ofrece la oportunidad para esta profesión
externa de fe.
Su Santidad Pío XI nos dijo en la Encíclica "lngravescentibus
malis". del ?9 de septiembre de 1937: "El Santo
Rosario no es solamente arma para derrotar tilos enemigos de Dios
v de la Religión. sino. sobretodo. promueve y fomenta las virtudes
evangélicas. Yen primer lugar, reanima la fe católica
con la contemplación de los divinos misterios .y eleva el entendimiento
al conocimiento de leas verdades reveladas por Dios" Y se
dignó conceder la indulgencia plenaria para el rezo del Rosario
delante del Santísimo Sacramento de la Eucaristía. El
Santo Padre Pío XII, el 16 de octubre de 1940. dijo: "El
Rosario es, por el significado de su nombre, un collar de rosas; no
de aquellas roscas con las cuales los impíos se adornan con
petulancia, según la palabra de la Escritura -«Coronémonos
de rosas antes de que se marchiten» (Sab. 2. 8)-. sino de rosas
cuya frescura es incesantemente renovada en las manos de los devotos
de María" (...)
A los que dicen que el Rosario es una oración anticuada
y monótona debido a la repetición de las oraciones que
lo componen yo les pregunto si hay alguna cosa que viva sin ser por
la repetición continuada de los mismos actos.
Dios creó todo lo que existe de modo que se conserva por la,
repetición continuada e ininterrumpida de los mismos actos.
Así, para conservar la vida natural, inspiramos y expiramos
siempre del mismo modo; el corazón golpea continuamente siguiendo
siempre el mismo ritmo; los astros como el sol, la luna los planetas,
la tierra, siguen siempre la misma ruta que Dios les marcó.
El día sucede a la noche, año tras año, siempre
del mismo modo_ La luz del sol nos alumbra y calienta siempre de la
misma forma. En tantas plantas, brotan las hijas de la primavera,
se visten después de flores, dan fruto y vuelven a perder las
hojas en el otoño o invierno. Y, así, todo lo demás
sigue la ley que Dios le marcó y todavía a nadie se
le ocurrió decir que era monótono. y por lo tanto prescindible:
¡es que necesitamos de eso para vivir! Pues bien, en la vida
espiritual tenemos la misma necesidad de repetir continuamente las
mismas oraciones, los mismos actos de fe, de esperanza y de caridad,
para tener vida, visto que nuestra vida es una participación
continuada de la vida de Dios.
Cuando los discípulos pidieron a Jesucristo que les enseñase
a orar, Él les enseñó la bella fórmula
del Padrenuestro, diciendo: "Cuando oréis, decid:
Padre..." (San Lucas, 11, 4). El Señor nos mandó
rezar así, sin decirnos que, pasado un cierto número
de años, buscásemos nueva fórmula de oración,
porque ésta habría pasado a ser monótona. Cuando
los enamorados se encuentran, pasan horas seguidas repitiendo la misma
cosa: "Te amo!" Lo que les falta a los que hallan la oración
del Rosario monótona es Amor; y todo lo que no está
hecho por amor no tiene valor. Por eso, nos dice el Catecismo que
los diez mandamientos de la Ley de Dios se encierran en uno sólo,
que es amar a Dios sobre todas las cosas Y al prójimo como
a nosotros mismos.
Los que rezan diariamente su Rosario son como los hijos que todos
los días disponen de algunos momentos para ir junto a su padre,
para hacerle compañía, manifestarle su agradecimiento,
prestarle sus servicios, recibir sus consejos y su bendición.
Es el intercambio y el cambio de amor del padre para con el hijo y
de éste para con el padre, es la dádiva mutua.
HERMANA
LUCÍA (Tomado de su libro "Llamadas del Mensaje de
Fátima")