"La venerable Hermana Francisca Farnesia estaba afligida del más vivo sentimiento, viéndose colmada de pies a cabeza de los beneficios divinos, y sin hallar un medio que descargarse de su deuda de gratitud a Dios, satisfaciéndole con una justa recompensa. Un día que se entregaba a estos pensamientos, inspirados por un ardiente amor a Jesús, se le apareció la Santísima Virgen, y colocándole en sus brazos a su Divino Hijo, le dijo: "Tómale; es tuyo, y saca de Él todo el provecho posible: con Él y sólo con Él satisfarás todas tus obligaciones". ¡Oh preciosa Misa, por la cual el Hijo de Dios es depositado, no solamente en nuestros brazos, sino también en nuestras manos y hasta en nuestro corazón, para estar enteramente a disponsición nuestra "Parvulus enim natos est nobis".
Con Él, pues, con Él solo podemos sin duda alguna satisfacer por completo la deuda de gratitud que tenemos con Dios. Aún diré mucho más. Si fijamos bien nuestra atención, veremos que en la Santa Misa damos a Dios, en cierta manera, más de lo que Él nos ha dado, si no en realidad, a lo menos en apariencia, porque el Padre Eterno, no nos dio a su Divino Hijo más que una sola ve, en la Encarnación, mientras que nosotros se lo ofrecemos infinitas veces por medio de este Sacrificio. Parece, pues, que le ganamos en cierto modo, si no por la cualidad del don, puesto que no es posible que lo haya más excelente que el Hijo de Dios, a lo menos por las aparaciencias, en tanto que ofrecemos este don repetidas veces
¡Oh gran Dios! ¡Oh Dios de amor! ¡Quién tuviere infinitas lenguas para daros acciones dde gracias infinitas por el inmenso tesoro con que nos habésis enriquecido en la Santa Misa! ¿Y cuáles son ahora ¡oh cristiano lector! tus sentimientos? ¿Has abierto al fin los ojos y reconocido el precio de este tesoro? Si hasta aquí ha siodo para ti un tesoro escondido, ahora que comienzas a apreciarlo, ¿podrás prescindir de exclamar en medio de la admiración más profunda: ¡Ah! ¡Qué inmenso tesoro! ¡Qué preciosos tesoro!?"
San Leonardo de Porto Maurizio (1676-1751), predicador y promotor del Vía Crucis, en su obra "El tesoro escondido de la Santa Misa".
No hay comentarios:
Publicar un comentario