Enséñanos también a nosotros,
te lo pedimos, la humildad de corazón,
para se considerados entre los pequeños del Evangelio,
a los que el Padre prometió revelar los misterios de sus Reino.
Ayúdnos a orara sin cansarnos jamás,
con la ardena de que Dios conoce lo que necesitamos,
antes de que se lo pidamos.
Alcánzanos una mirada de fe capaz de reconocer
prontamente en los pobres y en los que sufren
el rostro mismo de Jesús.
Sostennos en la hora de la lucha y de la prueba y,
si caemos, haz que experimentemos la alegría
del sacramento del perdón.
Transmítenos tu arde devoción a María,
Madre de Jesús y Madre nuestra.
Acompáñanos en la peregrinación
terrena hacia la patria feliz,
a donde esperamos llegar también
nosotros para contemplar eternamente
la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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