Cristiano, cualquiera que seas, que por el Bautismo estás consagrado, tú que te has entregado a vivir para Dios, que deseas glorificarle, piensa que has de dar vida a las almas, pues tu consagración te hizo universal. Que no se te pueda decir: tú que sabías lo que era la Vida, y que por ser Iglesia tenías la Palabra divina en tu seno, ¿qué haces que no me das la vida que por tu medio el Señor quiere comunicarme? ¡Enséñame a vivir para que yo también tenga vida, sea feliz y dé gloria a Dios!
Si, además, estás entregado a Dios por el sacerdocio o la consagración, todos los hombre te exigen el alimento divino que Dios ha puesto en ti para comunicárselo.
Procura vivir, aprovecha todos los momentos, y, siendo consciente de esa terrible verdad de tu consagración, no olvides que "entre el vestíbulo y el altar deben llorar los Sacerdotes ministros del Señor" (Joel 2,17) y las vírgenes, ejerciendo su sacerdocio y sabiendo que la eficacia de la oración excede casi infinitamente a la de la acción. Y, si a la oración se le añade el espíritu de sacrificio, vivido por amor en olvido total de sí, nuestras plegarias serán como incienso que, subiendo ante la presencia divina, darán mucha gloria a Dios y abundante vida a las almas.
MADRE TRINIDAD DE LA SANTA MADRE IGLESIA
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