En la Última Cena, Jesús nos entregó su Cuerpo y su Sangre. En la Cruz, nos regaló a su Madre bendita.
En la Eucaristía, escuchamos las palabras de Jesús: "Tomad y comed mi Cuerpo.
Tomad y bebed el cáliz de mi Sangre".
En cada Eucaristía Jesús nos repite también su promesa: "Ahí tenéis a vuestra Madre.
Mi Cuerpo y mi Sagre los tomé de mi Madre, María.
Al recibir en la Comunión mi Cuerpo y mi Sangre, recibís algo de María, porque mi cuerpo se formó en su seno de Madre.
Recibir a un hijo es como recibir a su madre.
Recibirme a Mí en la comunión es, de algún modo, recibir a mi Madre, que me dio la vida humana".
La Iglesia recibe agradecida el Cuerpo y la Sangre de Jesús en la Eucaristía, y también la presencia de su Madre bendita.
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