La fe nos convierte en testigos. Testigos de Cristo. Testigos del Evangelio.
Hoy los hombres están cansados de palabras. Quieren vida y obras. Necesitan testigos.
Con esta misión nos dejó Jesús en el mundo: "Recibiréis el Espíritu Santo y seréis mis testigos."
Los santos fueron testigos de la fe. Cada uno en su época. Y así lo fue San Antonio con su vida, con su predicación, con sus milagros. En sus sermones nos lo exige a nosotros:
- "¡Vosotros sois la luz del mundo! El sol es fuente de calor y de luz. Como de la fuente, de Cristo, así de los cristianos, sus testigos, debe brotar vida y doctrina para los demás! ¡Vive ardientemente tu amor cristiano e instrúyete en la doctrina de Cristo! El cristal, iluminado por los rayos del sol, lo reverbera. También el creyente, iluminado por el fulgor de Cristo, debe reverberarlo en palabras, en ejemplos, enfervorizando así al prójimo"...
¿Cómo paso yo por el mundo? ¿Es mi vida un testimonio de la fe o un antitestimonio?
El Concilio nos echó en cara el que "los peores enemigos que el cristianismo tiene somos los cristianos".
¿Dejo con valentía tras de mí un recuerdo de amor, de fe, de luz de Cristo? ¿No intento pasar por la vida de incógnito, sin hacer notar mi fe?
(Fr. Angel García de Pesquera, Capuchino).
No hay comentarios:
Publicar un comentario