jueves, 11 de junio de 2015

HISTORIA DE UN NIÑO MÁRTIR

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Tuve la aparción de un niño como de cuatro años, coronado de una aureola roja. Su semblante era en extremo gracioso. Sus palabras fueron muy breves y profundas. Hice con él un largo viaje y me impresionó mucho verlo tan luminoso, tan serio y tan sabio. 

Pasamos sobre una ciudad y rápidamente nació en mí el conocimiento de su estado moral. Sentí dentro de mí que había allí pocas almas piadosas. El Niño me llevó sobre un puente y me señaló la casa donde había nacido. 

Era una casa vetusta de ciudadanos de mediana condición, que aún conservaba algo de los tiempos antiguos. Todo estaba silencioso y callado; pero al acercarnos los actuales habitantes pensaban en aquel niño y un débil recuerdo de su historia perduraba en ellos. Entonces tuve la advertencia de que muchas veces el instantáneo recuerdo de un difunto, es efecto de su proximidad. 

El Niño me indicó que como la correlación del alma con el cuerpo no cesa jamás hasta la unión de los mismos en la resurección final, asímismo no cesa jamás la acción de un alma santa sobre aquellos que por vínculos de sangre o de parentesco se encuentran en relación con él. Un beato sigue obrando, ayudando y aprovechando a esa familia según el grado de fe y de temor de Dios que tenga para poder recibir esa ayuda. 

Me dijo cómo él había obrado en favor de la eterna salud de sus parientes y cómo llegó, por medio del martirio, a aquella perfección a la cual había llegado si su vida no hubiese sido interrumpida por la maldad de los demás, y que los méritos de las acciones que habría hecho en el transcurso de su vida, si no hubiese sido muerto a los cuatro años, él podía aplicarlos también, de modo espiritual, en ventaja de los suyos. 

Cada especie de mal sucede, no por voluntad de Dios, sino por simple permisión de Dios. Por lo demás, no cesa el cumplimiento y la perfección del bien obrado por un individuo por efecto de los pecados de los demás, sino que solamente es alterado y mudado, y el delito y pecado, en sus consecuencias efectivas, hiere esencialmente al pecador mismo, mientras al inocente, que es ofendido y dañado, las penas y el martirio le sirven de medio para más rápida perfección. 

Aunque el pecado cometido contra los demás sea cosa contraria a la voluntad de Dios, esta voluntad de Dios no es impedida, puesto que todo lo que el muerto hubiera obrado en el mundo, viene a cumplirse y a completarse, de modo espiritual, por medio de la libertad de la voluntad.
  
Visiones y revelaciones de la Beata Anna Catalina Emmerich

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