Antes de las apariciones de Nuestra Señora, Lucía, Francisco y Jacinta (Lucía de Jesús dos Santos, y sus primos Francisco y Jacinta Marto, todos residentes en la aldea de Aljustrel, parroquia de Fátima) tuvieron tres visiones del Ángel de Portugal, o de la Paz.
La
segunda aparición ocurrió en el verano de 1916, sobre el pozo de la
casa de los padres de Lucía, junto al cual jugaban los niños. Así narra
la Hna. Lucía lo que entonces les dijo el Ángel a ella y a sus primos:
–
¿Qué hacéis? Rezad, rezad mucho. Los Corazones de Jesús y de María
tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente
al Altísimo oraciones y sacrificios.
– ¿Cómo nos tenemos que sacrificar?, pregunté.
–
De todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio de reparación por
los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los
pecadores. Atraed así la paz sobre vuestra patria. Yo soy su ángel de
la guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con
resignación el sufrimiento que Nuestro Señor os envíe.
Y
desapareció. Estas palabras del Ángel se grabaron en nuestro espíritu
como una luz que nos hacía comprender quién era Dios, cómo nos amaba y
quería ser amado; el valor del sacrificio y cómo le era agradable; y
cómo en atención a él, convertía a los pecadores.
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