II Las vías de acceso al conocimiento de Dios
31 Creado a
imagen de Dios, llamado a conocer y amar a Dios, el hombre que busca a Dios
descubre ciertas "vías" para acceder al conocimiento de Dios. Se las
llama también "pruebas de la existencia de Dios", no en el sentido de
las pruebas propias de las ciencias naturales, sino en el sentido de
"argumentos convergentes y convincentes" que permiten llegar a
verdaderas certezas.
Estas
"vías" para acercarse a Dios tienen como punto de partida la creación:
el mundo material y la persona humana.
32 El mundo:
A partir del movimiento y del devenir, de la contingencia, del orden y de la
belleza del mundo se puede conocer a Dios como origen y fin del universo.
San Pablo
afirma refiriéndose a los paganos: "Lo que de Dios se puede conocer, está
en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde
la creación del mundo se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su
poder eterno y su divinidad" (Rm 1,19-20; cf. Hch 14,15.17;
17,27-28; Sb 13,1-9).
Y san
Agustín: "Interroga a la belleza de la tierra, interroga a la belleza del
mar, interroga a la belleza del aire que se dilata y se difunde, interroga a la
belleza del cielo [...] interroga a todas estas realidades. Todas te responde:
Ve, nosotras somos bellas. Su belleza es su proclamación (confessio).
Estas bellezas sujetas a cambio, ¿quién las ha hecho sino la Suma Belleza (Pulcher),
no sujeta a cambio?" (Sermo 241, 2: PL 38, 1134).
33 El hombre:
Con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con
su libertad y la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y a la
dicha, el hombre se interroga sobre la existencia de Dios. En todo esto se
perciben signos de su alma espiritual. La "semilla de eternidad que lleva
en sí, al ser irreductible a la sola materia" (GS
18,1; cf. 14,2), su alma, no puede tener origen más que en Dios.
34 El mundo
y el hombre atestiguan que no tienen en ellos mismos ni su primer principio ni
su fin último, sino que participan de Aquel que es el Ser en sí, sin origen y
sin fin. Así, por estas diversas "vías", el hombre puede acceder al
conocimiento de la existencia de una realidad que es la causa primera y el fin
último de todo, "y que todos llaman Dios" (San Tomás de Aquino, S.Th.
1, q. 2 a. 3, c.).
35 Las
facultades del hombre lo hacen capaz de conocer la existencia de un Dios
personal. Pero para que el hombre pueda entrar en la intimidad de Él ha querido
revelarse al hombre y darle la gracia de poder acoger en la fe esa revelación.
Sin embargo, las pruebas de la existencia de Dios pueden disponer a la fe y
ayudar a ver que la fe no se opone a la razón humana.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
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