Una letanía es una plegaria
formada por una serie de cortas invocaciones, que los fieles
rezan o cantan en honor a Dios, de la Virgen o de los santos.
Tiene un origen muy antiguo, pues encontramos vestigios de ellas
en los textos de los padres apostólicos del siglo II,
al parecer siguiendo la recomendación de San Pablo: “Recomiendo,
ante todo, que se hagan peticiones, oraciones, súplicas
y acciones de gracias por los hombres de toda clase, por los
jefes de estado y todos los gobernantes, para que podamos llevar
una vida tranquila y de paz, con toda piedad y dignidad”
(1 Tim 2, 1-2).
Estas fórmulas de invocación
tienen un carácter eminentemente popular, por lo que son
muy abundantes y de estilos diversos, algunas en verso y otras
en prosa. Se usaban en procesiones, en la Vigilia Pascual, en
las ordenaciones, en las oraciones por los enfermos y los difuntos.
Es hasta el siglo XII donde encontramos unas primeras letanías
de la Virgen que recogieron los principales títulos tributados
a la Madre de Dios, del modo análogo al que se habían
recogido en la antigüedad tantas alabanzas a Cristo.
La colección más
famosa de estas letanías de la Virgen María es
conocida como “lauretana”, por proceder del Santuario
de la Virgen de Loreto en Italia. Procede de los siglos XVI y
XVII aunque con el tiempo esta letanía fue enriqueciéndose
con nuevos títulos que por decreto los papas añadían
al texto tradicional que tenía como base de 50 invocaciones.
La estructura del texto tradicional
es la siguiente: Comienza con las invocaciones tomadas de las
letanías de los santos (Santa María, Santa Madre
de Dios. Santa Virgen de las Vírgenes /1-3), luego María
es considerada como Madre /4-15/, y después se pasa a
considerar a la Virgen como virgen /16-21/, se enuncia una serie
de títulos simbólicos de origen fundamentalmente
bíblico /22-34/ y, finalmente se considera la Gloria de
María, ayuda y consuelo de los que estamos en la tierra
y Reina de cuantos están en el Cielo /34-50/.
Característica de la
letanía lauretana es no solo quedarse en los elogios a
la Madre de Dios sino encomendarse a su intercesión. Por
ello después de cada invocación se añadió
el “Ruega por nosotros”, “Intercede por mí”
o “Apiádate de mí” o fórmulas
semejantes, por las cuales el cristiano que sufre, que está
en pecado o se encuentra en trance de muerte, se acerca a María
para obtener su gracia mediadora ante el Hijo.
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Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y cuerpo, y, por la intercesión gloriosa de Santa María, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo y concédenos las alegrías del Cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. | |||||||||||||||
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