viernes, 15 de agosto de 2014

MARÍA, PUERTA DEL CIELO Y REFUGIO DE LOS PECADORES



"Entre todas las santas mujeres se distinguía María por su indecible modestia, por su candor, sencillez, gravedad, mansedumbre y paz. Es tan pura y se muestra tan superior sobre todo lo que hay a su lado que solo se mira en ella la imagen de Dios en el hombre. No hay ningún ser que se pueda comparar con ella sin su divino Hijo. Su rostro excede al de todas las mujeres que con ella había y al de todas las que siembre he visto  en inefable pureza, en inocencia, gravedad, sabiduría, paz y suave y devota afabilidad. Parece noble y distinguida y al mismo tiempo sencilla e inocente como un infante. Es muy grave y callada. A menudo está triste; pero nunca nuestra alteración ni severidad; las lágrimas se deslizan suavemente por su tranquilo rostro.

¡Quién pudiera ver la hermosura, pureza y clara profundidad de María! Todo lo sabe, y sin embargo parece que no sabe cosa alguna determinada, tanta es su infantil sencillez. Tiene los ojos bajos, pero cuando mira, su mirada penetra como un rayo, como la verdad, como una luz inmaculada. La razón es porque es del todo inocente, está llena de Dios y no hay en ella doblez. Nadie puede resistir su mirada.

En una lección que Jesús dio a sus discípulos, dijo, entre otras cosas, que nadie entraría en su reino sino por el camino estrecho y por la puerta de los esposos. Este camino y esta puerta es María y también la Iglesia, a la cual renacemos por el bautismo; pero esto no es para expresarlo. El Señor contrapone la entrada por la puerta nupcial a la entrada por la puerta lateral. Esta era una parábola semejante a la del buen pastor y del pastor mercenario (Juan X,1). También allí decía que solo por la puerta se hallaba la entrada. Las palabras que pronunció Jesús en la cruz, antes de morir, cuando llamó a María madre de Juan y a Juan hijo de María, tienen un sentido oculto relativo a este renacimiento mediante la muerte de Jesús.

Vi a Jesús en un trono resplandeciente como el sol. Junto a Él estaban María, José y Juan, y delante de Él, los pecadores arrepentidos postrados de rodillas. Estos pedían a María que intercediera por ellos. Entonces vi que ella es el verdadero refugio de los pecadores y que todos los que acuden a ella hallan gracia, con tal de que tengan alguna fe."

Revelaciones y visiones de la Beata Ana Catalina Emmerick (1774-1824)

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