Además de su vida de santidad, Santa Matilde nos deja el legado inapreciable de la devoción a las tres Avemarías, una devoción dada por la Madre de Dios en persona, quien le prometió a Santa Matilde, que aquel que rece diariamente esta devoción, tendrá su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte.
¿En qué consiste la devoción de las tres Avemarías?
En rezar tres veces el Avemaría a la Santísima Virgen, Madre de Dios y Señora nuestra, ya sea para honrarla o bien para alcanzar algún favor por su mediación.
Por esta devoción se honran los tres principales atributos de María Santísima, que son:
- el poder que le otorgó Dios Padre por ser su Hija predilecta (y cómo será de grande el poder dado por Dios Padre, que la Virgen María es la Mujer del Génesis que con su delicado piececito de doncella, aplasta la cabeza del dragón del infierno; para el demonio, el pie de la Virgen pesa más que miles de millones de toneladas, porque lo aplasta con el poder de Dios);
- la sabiduría con que la adornó Dios Hijo, al elegirla como su Madre (y esta sabiduría celestial se demuestra, ante todo, en “Sí” dado por María al anuncio del ángel de la Encarnación del Verbo, que la convertiría en Madre de Dios);
- el amor con que la llenó Dios Espíritu Santo, al elegirla por su inmaculada Esposa (y el amor en María, con el cual ama a su Hijo Dios, es el mismo Amor de Dios, que es como un oceáno sin playas, sin límites, infinito, celestial, ¡y con ese mismo amor somos amados nosotros como hijos de la Virgen!).
Porque son estos tres atributos, dados por las Tres Divinas Personas, los que resplandecen en María Santísima, es que viene que sean tres las Avemarías a rezar y no otro número diferente.
Las tres Avemarías se rezan así:
“María, Madre mía, líbrame de caer en pecado mortal.
1.- María Madre mía, por el poder que te concedió Dios Padre al hacerte Madre del Verbo, concédeme... (se expresa la gracia que se desea alcanzar): ‘Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén’.
2.- María, Madre mía, por la sabiduría que te concedió el Verbo al hacerte su Madre, concédeme... (se expresa la gracia que se desea alcanzar): ‘Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén’.
3.- María, Madre mía, por el Amor que te concedió el Espíritu Santo al hacerte Madre del Verbo, concédeme... (se expresa la gracia que se desea alcanzar): ‘Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén’.
¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén!”.
(Si puedes, rézala con otras personas, aunque estéis geográficamente distantes: la oración en común conmueve el corazón de Dios).
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