jueves, 21 de agosto de 2014

A MÁS HUMILDAD, MÁS SANTIDAD



 


Carta pastoral, 1-VI-1976.
100 «Si me preguntáis qué es lo más esencial en la religión y en la disciplina de Jesucristo —escribió san Agustín—, os responderé: lo primero es la humildad, lo segundo, la humildad, y lo tercero, la humildad» (Epístola 118, 22). Y esto es así porque «la humildad es la morada de la caridad» (La santa virginidad 51): sin humildad no existe la caridad ni ninguna otra virtud y, por tanto, es imposible que haya verdadera vida cristiana.
Santa Teresa de Jesús afirmaba que «la humildad es andar en verdad» (Las Moradas VI, 10), es decir, caminar constantemente en la realidad de lo que somos. ¿Y qué somos cada uno de nosotros? Hombres y mujeres corrientes, con defectos, como todas las personas, pero llenos también de ambiciones nobles, de deseos de santidad, que el Señor pone y fomenta en nuestras almas; pobres criaturas que conocen sus límites personales y que, al mismo tiempo, son conscientes de que Dios se ha dignado utilizarlas como instrumentos para extender sus acciones de Amor en el mundo, en todos los quehaceres nobles, en todas las situaciones honradas de la sociedad, llegando a todos los pobladores de esta bendita tierra nuestra.


Carta pastoral, 1-VIII-1989.
103 Mirad a la doncella de Nazaret. Convencida de su pequeñez, nada la distrae de Dios; mantiene su corazón en vela, pronta en cada momento a alabar y adorar a Quien, desde la eternidad, la ha mirado con predilección y la ha escogido para una misión excelsa. Su alma se vuelca en un cántico de alabanza: Magníficat ánima mea Dóminum! (Lc 1, 46).
La decisión de perseverar, con nuestra Madre, en recogimiento de adoración y de acción de gracias, exige que nos empeñemos en grabar en el alma la gran lección de humildad que fluye de la vida entera de María Santísima. Sólo quien adquiere el pleno convencimiento de su nada, se vuelve idóneo para adorar a Dios, porque los que se llenan de sí mismos, acaban adorando el propio yo o el falso dios que fabrican sus pasiones.


Carta pastoral, 2-II-1979, n. 24.
108 La explosión de santidad que el Señor desea, se traduce en crecer en humildad. A más humildad, más santidad.

TEXTOS DE MONSEÑOR ALVARO DEL PORTILLO (beatificación el próximo día 27 de septiembre de 2014)
 

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