“Oh Dios de gran misericordia, bondad infinita, hoy toda la humanidad
pide, desde el abismo de su miseria, Tu misericordia, Tu compasión, oh
Dios; y llama con la potente voz de la miseria. Dios indulgente, no
rechaces la oración de los desterrados de esta tierra. Oh Señor, Bondad
inconcebible que conoces perfectamente nuestra miseria y sabes que por
nuestras propias fuerzas no podemos ascender hasta Ti, Te imploramos,
anticípanos Tu gracia y multiplica incesantemente Tu misericordia en
nosotros para que cumplamos fielmente Tu santa voluntad a lo largo de
nuestras vidas y a la hora de la muerte. Que la omnipotencia de Tu
misericordia nos proteja de las flechas de los enemigos de nuestra
salvación, para que con confianza, como Tus hijos, esperemos Tu última
venida...” (Diario de Santa Faustina, 1570).
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