514 Muchas de las cosas respecto a Jesús que interesan a la curiosidad
humana no figuran en el Evangelio. Casi nada se dice sobre su vida en Nazaret, e
incluso una gran parte de la vida pública no se narra (cf. Jn 20, 30). Lo que se
ha escrito en los Evangelios lo ha sido "para que creáis que Jesús es el Cristo,
el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre" (Jn 20, 31).
515 Los evangelios fueron escritos por hombres que pertenecieron al grupo
de los primeros que tuvieron fe (cf. Mc 1, 1; Jn 21, 24) y quisieron compartirla
con otros. Habiendo conocido por la fe quién es Jesús, pudieron ver y hacer ver
los rasgos de su misterio durante toda su vida terrena. Desde los pañales de su
natividad (Lc 2, 7) hasta el vinagre de su Pasión (cf. Mt 27, 48) y el sudario
de su Resurrección (cf. Jn 20, 7), todo en la vida de Jesús es signo de su
misterio. A través de sus gestos, sus milagros y sus palabras, se ha revelado
que "en él reside toda la plenitud de la Divinidad corporalmente" (Col 2, 9). Su
humanidad aparece así como el "sacramento", es decir, el signo y el instrumento
de su divinidad y de la salvación que trae consigo: lo que había de visible en
su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su
misión redentora.
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
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