"La Misericordia de nuestro Dios es infinita e inefable y expresamos
el dinamismo de este misterio como una Misericordia «siempre más
grande», una Misericordia en camino, una Misericordia que cada día busca
el modo de dar un paso adelante, un pasito más allá, avanzando sobre
las tierras de nadie, en las que reinaba la indiferencia y la violencia.
Y así fue la dinámica del buen Samaritano que «practicó la misericordia» (Lc
10,37): se conmovió, se acercó al herido, vendó sus heridas, lo llevó a
la posada, se quedó esa noche y prometió volver a pagar lo que se
gastara de más. Esta es la dinámica de la Misericordia, que enlaza un
pequeño gesto con otro, y sin maltratar ninguna fragilidad, se extiende
un poquito más en la ayuda y el amor. Cada uno de nosotros, mirando su
propia vida con la mirada buena de Dios, puede hacer un ejercicio con la
memoria y descubrir cómo ha practicado el Señor su misericordia para
con nosotros, cómo ha sido mucho más misericordioso de lo que creíamos
y, así, animarnos a desear y a pedirle que dé un pasito más, que se
muestre mucho más misericordioso en el futuro. «Muéstranos Señor tu
misericordia» (Sal 85,8). Esta manera paradójica de rezar a un
Dios siempre más misericordioso ayuda a romper esos moldes estrechos en
los que tantas veces encasillamos la sobreabundancia de su Corazón. Nos
hace bien salir de nuestros encierros, porque lo propio del Corazón de
Dios es desbordarse de misericordia, desparramarse, derrochando su
ternura, de manera tal que siempre sobre, ya que el Señor prefiere que
se pierda algo antes de que falte una gota, que muchas semillas se la
coman los pájaros antes de que se deje de sembrar una sola, ya que todas
son capaces de portar fruto abundante, el 30, el 60 y hasta el ciento
por uno."
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Basílica Vaticana
Jueves Santo, 24 de marzo de 2016
Jueves Santo, 24 de marzo de 2016
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