viernes, 7 de agosto de 2015

LOS SIETE DOMINGOS DE SAN JOSÉ


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1.º GLORIOSO San José, Esposo purísimo de Ma­ría Santísima! A la ma­nera que fue grande la angustia y el dolor de vuestro corazón en la du­da de abandonar a vues­tra purísima Esposa, así fue inexplicable la ale­gría cuando os fue reve­lado por el Ángel el Misterio soberano de la Re­dención.



Por este dolor y gozo os rogamos nos conso­léis en las angustias de nuestra última hora y nos concedáis una santa muerte, después de ha­ber vivido una vida se­mejante a la vuestra en medio de Jesús y de Ma­ría. Padrenuestro, Ave­maria y Gloria.



2.° ¡Felicísimo Patriar­ca San José elegido para cumplir los oficios de Pa­dre cerca del Verbo Hu­manado!   Grande   fue vuestro dolor al ver na­cido a Jesús en tan extre­mada pobreza, el cual súbitamente se trocó en júbilo celestial al oír las angélicas armonías y contemplar el resplandor de tan luminosa noche.



Por este dolor y gozo os suplicamos nos alcancéis la gracia de que, des­pués de haber seguido vuestro camino aquí en la tierra, podamos oír las armonías angelicales y gozar de la vista de la glo­ria celestial. Padrenues­tro, Avemaria, y Gloría.



3.° íGlorioso San Jo­sé, ejecutor obedientísi­mo de la Ley de Dios! La Sangre preciosísima que en la Circuncisión derra­mó el divino Redentor os traspasó el corazón; pero el Nombre de Jesús, que le fue impuesto, lo llenó de consuelo.



Por este dolor y gozo os rogamos que nos obtengáis la gracia de que, quitado de nuestro corazón todo vicio en la vida, tengamos la dicha de morir en el Santísimo Nombre de Jesús en los labios y en el corazón. Padrenuestro, Avemaria y Gloria.



4.° ¡Fidelísimo San José que tan gran parte tuvisteis en los misterios de nuestra Redención! grande dolor sentisteis al saber por la profecía de San Simeón que Jesús y María estaban destina­dos a padecer; mas este dolor se convirtió en go­zo al saber que los pade­cimientos de Jesús y Ma­ría habían de ser ocasión de la salvación de innu­merables almas.



Por este dolor y gozo os rogamos que seamos del número de aquellos que, por los méritos de Jesús y de María, han de resucitar gloriosamente. Padrenuestro, Avemaria y Gloria.



5.° ¡Vigilantísimo San José, Custodio y familiar íntimo del Hijo de Dios encarnado! Cuan grande fue vuestro sufrimiento para alimentar y servir al Hijo del Altísimo, so­bre todo en la huida a Egipto, otro tanto fue grande vuestro contento y alegría, de tener siem­pre en vuestra compañía al mismo Dios y ver có­mo caían en tierra los ídolos de los egipcios.



Por este dolor y gozo os rogamos que nos alcancéis la gracia de que, teniendo lejos de nosotros al tirano infernal, mediante la huida de las ocasiones, caiga de nues­tro corazón todo ídolo de terrenas aficiones, y, ocupados totalmente en el servicio de Jesús y de María, vivamos solamen­te por ellos y tengamos una muerte feliz.

Padre­nuestro, Avemaria y Glo­ria.



6.° ¡Oh ángel de la tierra, glorioso San José, que visteis con admira­ción sujeto a vuestras órdenes al Rey del Cielo! si fue turbada vuestra satisfacción al regresar de Egipto por el miedo de Arquelao, al ser ase­gurado por el Ángel, vi­visteis tranquilo con Je­sús y María en Nazaret.

Por este dolor y gozo alcamadnos la gracia de vernos libres de temores nocivos, gozando de la paz de conciencia, viva­mos seguros con Jesús y María y muramos en su compañía. Padrenuestro, Avemaria y Gloria.



7.° ¡Oh glorioso San José, ejemplar de toda santidad! Grande fue vuestro dolor al perder sin culpa al Niño Jesús, debiendo buscarle con gran pena por espacio de tres días; pero mayor fue vuestro gozo cuando al cabo de ellos lo hallas­teis en el templo en me­dio de los Doctores.



Por este dolor y gozo os suplicamos nos alcancéis la gracia de no per­der jamás a Jesús por el pecado mortal; mas si, desgraciadamente,  lo perdiésemos, que lo bus­quemos con gran dolor para vivir siempre en su amistad hasta que con Vos logremos gozar de El en la gloria y cantar allí eternamente sus di­vinas misericordias.

Pa­drenuestro, Avemaria y Gloria.



Antífona



El mismo Jesús, al comenzar los treinta años de su edad, era tenido por hijo de José.

V.   Rogad por nos­otros, San José.

R.  Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.



Oración



Oh Dios, que en vues­tra inefable providencia os dignasteis elegir al bienaventurado San José para Esposo de vuestra Santísima Madre!, os pe­dimos nos concedáis que, pues le honramos como protector nuestro en la tierra, merezcamos tener­le por intercesor en los cielos, donde vivís y rei­náis por los siglos de los siglos. Amén.

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