Desde
muy pequeñito el Beato P Pío experimenta un amor muy grande por la
Santísima Virgen María, su “mammusia”, como cariñosamente la llamaba,
que significa en dialecto “mamita”. Su primer peregrinaje siendo un
niño de 8 años fue a la Virgen de Pompey, la Virgen del Rosario, cerca
de Nápoles.
En su casa de Pietralcina, como en todas las familias italianas de la
época, el rosario era la oración familiar. Se encontraban alrededor
del fuego todas las noches antes de ir a dormir rezando el Rosario.
Pero cuando la Virgen apareció en Fátima como la Virgen del Rosario y
recomendó el rosario como oración potente para obtener todo bien y
alejar todo mal, Padre Pío hizo del rosario su oración incesante e
incansable de día a día. Decía el Beato Padre Pío: “¿si la Virgen
Santa lo ha siempre calurosamente recomendado donde quiera que ha
aparecido, no nos parece que deba ser por un motivo especial?”.
Entre más crecía su
clientela mundial, como la llamó el Papa Pablo VI, de sus hijos
espirituales, más él aumentaba las coronas del Rosario de recitar. Era
su secreto, con esta cadena que lo unía al Corazón de Jesús a través
del Corazón Inmaculado de María, él alejaba los males y obtenía las
gracias para sus hijos. Llegó a recitar, en el curso de un día un
número incalculable de rosarios. Su oración asidua lo hizo un “Hombre
hecho Rosario” o como podría ser llamado el “Santo del Rosario”.
Una vez lo oyeron
decir: “quisiera que los días tuvieran 48 horas para poder redoblar
los Rosarios”. Todo los dones y prodigios para las almas los obtenía a
través del Santo Rosario.
Un día le pidieron sus
hijos espirituales les dejara su herencia espiritual. Padre Pío
respondió inmediatamente sin pensar siquiera: “El Rosario”. Y poco
antes de la muerte a su amigo y hermano Fray Modestino le dijo: “¡Amen
a la Virgen y háganla amar. Reciten siempre el Rosario!”. El Padre
Pío vivió su vida del altar al confesionario. Siempre con el rosario
en la mano, unido al Corazón Inmaculado de María, quien lo formó
imagen encarnada de la misericordia del Corazón Eucarístico de Jesús
para con el siglo XX. Este siglo de tantos pecados y desafíos a los
derechos de Dios como nuestro creador y de ataques horrendos a la
dignidad del Hombre.
Una historia sobre su
amor al rosario
Nos narra P. Stefano Manelli, uno de sus hijos espirituales y gran
conocedor de su espiritualidad, una historia de cuando aún era un
seminarista capuchino:
“P. Pío oraba mucho aún
fuera de las horas de oración comunitaria. Encontrarlo en el coro
(lugar donde rezan los religiosos en las iglesias), o en su cuarto
haciendo oración, era una cosa normal. Le gustaba mucho ya entonces
la oración del Santo Rosario. En sus propósitos espirituales escribió
de rezar cada día quince rosarios.
Llegó a comprometerse en una competencia (maravilloso y santo deporte)
con un compañero Fray Anastasio, a ver quien rezaba un mayor numero de
rosarios. Una noche sintió un ruido y alguien que se movía en el
cuarto cerca del suyo. Se despertó y pensó que los ruidos eran
causados por fray Anastasio que estaba todavía despierto para hacer
rosarios, siempre en competencia (santa competencia) con este hermano
capuchino.
Un cierto momento,
desde la ventana, llamó a fray Anastasio y cual fue su sorpresa cuando
de la ventana no se asomó su compañero sino un enorme perro negro con
los ojos de fuego. Fray Pío se quedó como piedra, y el horrible perro,
con un salto formidable, desapareció. Fray Pío apenas pudo llegar a la
cama casi desmayado. Al día siguiente supo que a su hermano Fray
Anastasio lo habían cambiado de cuarto la noche anterior.”
Su batalla contra
Satanás, el mundo y la carne las libró en modo eficaz a través de la
recitación del Santo Rosario.
P. Berardo María
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