Le dijo a los jovencitos que la mano de su Hijo era tan fuerte y pesada
que ya no podría sostenerla, a menos que la gente hiciera penitencia y obedeciera las
leyes de Dios. Si no, tendrían mucho que sufrir. "La
gente no observa el Día del Señor, continúan trabajando sin parar los Domingos. Tan
solo unas mujeres mayores van a Misa en el verano. Y en el invierno cuando no tienen más
que hacer van a la iglesia para burlarse de la religión. El tiempo de Cuaresma es
ignorado. Los hombres no pueden jurar sin tomar el Nombre de Dios en vano. La
desobediencia y el pasar por alto los mandamientos de Dios son las cosas que hacen que la
mano de mi Hijo sea más pesada".
Ella continuó conversando y les predijo una terrible hambruna y
escasez. Dijo que la cosecha de patatas se había echado a perder por esas mismas razones
el año anterior. Cuando los hombres encontraron las patatas podridas, juraron y
blasfemaron contra el nombre de Dios aún más. Les dijo que ese mismo año la cosecha
volvería a echarse a perder y que el maíz y el trigo se volverían polvo al golpearlo,
las nueces se estropearían, las uvas se pudrirían. Después, la Señora comunica a cada
joven un secreto que no debían revelar a nadie, excepto al Santo Padre, en una petición
especial que el mismo les haría.
La Señora agregó que si el pueblo se convirtiera, las piedras y las
rocas se convertirían en trigo y las patatas se encontrarían sembradas en la tierra.
Entonces preguntó a los jovencitos: "¿Hacéis
bien vuestras oraciones, hijos míos?" Respondieron los dos: ¡Oh! no, Señora; no muy bien."
"¡Ay, hijos míos! Hay que hacerlas bien por la noche y por la
mañana. Cuando no podáis hacer más, rezad un Padrenuestro y un Avemaría; y cuando
tengáis tiempo y podáis, rezad más."
Con su voz maternal y solícita les termina diciendo:
"Pues bien, hijos míos, decid esto a todo mi pueblo". Luego continuó andando hasta el lugar en
que habían subido para ver donde estaban las vacas. Sus pies se deslizan, no tocan más
que la punta de la hierba sin doblarla. Una vez en la colina, la hermosa Señora se
detuvo. Melanie y Maximino corren hacia ella apresuradamente para ver a donde se dirige.
La Señora se eleva despacio, permanece unos minutos a unos metros de altura (aprox. 3-5
m.). Mira al cielo, a su derecha (¿hacia Roma?), a su izquierda (¿Francia?), a los ojos
de los niños, y se confunde con el globo de luz que la envuelve. Este sube hasta
desaparecer en el firmamento.
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