Fue en la útima Cena, Ágape fraterno,
tras comer la Pascua,
cuando con tus propias manos
repartiste tu cuerpo,
lo entregaste a los Doce para su alimento
y te quedaste con nostros hasta
el final de los tiempos.
Haz, Jesús del Amor,
que nuestros corazones queden,
ante la grandeza de tu presencia,
tocados por la gracia,
iluminados por tu luz,
fortalecidos por tu paz,
ilusionados con tu Palabra,
y dispuesto abrirse a todos los hombres.
Amén.
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