Los últimos momentos de sor Lucía (de Fátima) narrados por su superiora del Carmelo Sor María Celina de Jesús Crucificado, del convento de Coimbra
COIMBRA/ROMA,
lunes, 24 septiembre 2007 (ZENIT.org).- En el Carmelo de Coimbra
(Portugal) sor Lucía siempre ocupó la misma celda, y «desde allí voló al
cielo», escribió en su memoria su superiora, sor María Celina de Jesús
Crucificado. El pasado viernes, en Roma, los numerosos invitados a la
presentación del libro «L'ultima veggente di Fatima – I miei colloqui
con Suor Lucia» («La última vidente de Fátima – Mis conversaciones con
sor Lucía») –del cardenal Tarcisio Bertone, con el periodista Giuseppe
De Carli; editado por RAI Eri - Rizzoli-- pudieron presenciar, en
exclusiva, la proyección de un video-reportaje sobre el convento de
Coimbra donde vivió la religiosa. Ingresó en él en 1941.
Desde 1950 pasó a formar parte establemente de la
comunidad, habiendo profesado el 13 de mayo del año anterior. Tomó el
nombre de Sor María de Jesús y del Corazón Inmaculado. En la clausura se
ocupó de distintos encargos. Realizado por Elena Balestri y De Carli,
el reportaje televisivo va mostrando los escenarios que tantas veces
recorrieron los ojos de la vidente de Fátima, y relata que amaba rezar
el rosario, y que trabajó hasta que los dedos, deformados por la
artrosis, se lo hicieron posible. Para millones de devotos de Fátima,
los lugares donde Sor Lucía pasó casi 57 años «son misteriosos; en
televisión --comentan los realizadores-- vimos a la vidente de Fátima
con ocasión de las peregrinaciones de los Papas, Pablo VI y Juan Pablo
II, y su última aparición es de octubre de 2000, mientras reza desde el
coro del convento una decena del Rosario en conexión con la Plaza de San
Pedro». De ahí el carácter ciertamente excepcional de la filmación
que, el pasado julio, «gracias a la Santa Sede, realizó un equipo en el
convento de Coimbra», observan.
El convento, el claustro, el jardín, la imagen de la Virgen a cuyos pies se sentaba, un pasillo al que se asoma la celda de Sor Lucía.
El espectador puede contemplar estos lugares. La comunidad religiosa ha
decidido dejar la celda de Sor Lucía abierta, como si estuviera
presente. En la puerta cuelga la inscripción: «Corazón inmaculado de María. Mi corazón inmaculado será tu refugio». En
el interior de la estancia se conserva el lecho donde murió, con una
fotografía que la muestra abrazada a la superiora. Sostiene en su mano
el mensaje de Juan Pablo II de consuelo y de cercanía espiritual en su
enfermedad; también se ve un corderito de peluche, regalo de un
sacerdote italiano. Completan la celda imágenes de los tres
pastorcillos y de la Virgen, una butaca, la silla de ruedas, un
sencillísimo escritorio con los diccionarios que consultaba a diario
mientras escribía, un rosario, un altavoz gracias al cual seguía la misa
y los momentos de oración comunitaria.
Superiora de Sor Lucía durante seis años –la última por
orden de tiempo--, Sor María Celina recibió al equipo televisivo, junto
a Sor María del Carmen, hermana de comunidad de la vidente de Fátima
durante 52 años. De hecho ésta acompañó a Sor Lucía a Fátima el 13 de
febrero de 2000 por la beatificación de sus primos Jacinta y Francisco,
una celebración que presidió Juan Pablo II. De las conversaciones con
las dos religiosas anfitrionas se desprende, en el reportaje, la
vida de recogimiento de Sor Lucía, de soledad y silencio, apartada de
la curiosidad de la gente: «en el exterior, como todas, en el interior
como ninguna».
«Cuando ingresé, tardé ocho días en reconocer a Sor
Lucía» --recuerda Sor María del Carmen--; «una hermana me dijo: "Madre,
¿si te llevara un trozo de pan que comer por la noche?". Y me dije que
con seguridad no podía ser aquella. En cambio lo era». Recuerdan los
realizadores en el reportaje que uno de los últimos
pensamientos de Sor Lucía fue para el Santo Padre, que en Roma estaba
internado en el Policlínico Gemelli; la vidente ofreció sus sufrimientos
por él.
Ofrecemos la traducción del diálogo mantenido en el reportaje con la superiora de sor Lucía.
--¿Vio más veces a la Virgen María sor Lucía? -
-Sor María Celina: No hablaba fácilmente de esto. En los últimos años,
en cambio, relataba la extraordinaria experiencia de 1917. Pero no
decía «yo», sino «los pastorcillos»: se refería siempre a ellos. La
imagen de Nuestra Señora no era como ella la deseaba. A veces le parecía
fea, no se correspondía a la precisión de su recuerdo, no era la que el
artista había plasmado a partir de su descripción. Es un poco lo que le
ocurrió a santa Bernadette. -
-Y a quien hablaba de un cuarto secreto,
de un secreto no desvelado, ¿qué le respondía sor Lucía? -
-Sor María Celina: Que nunca están satisfechos; que cumplan lo que
pidió la Virgen, que es lo más importante. Cuando alguno observaba: «sor
Lucía, dicen que existe otro secreto...», ella miraba irónicamente. «Si
existe --rebatía-- que me lo cuenten. Yo no conozco otros».
--¿Cómo era Sor Lucía como religiosa? -
-Sor María Celina: Era una persona que emanaba alegría. Viví con ella 28 años y noté que era una persona que cuanto más avanzaba en edad más reencontraba una infancia evangélica. Parecía de nuevo la niña que en la Cueva de Iría había tenido las apariciones. Cuanto más pesado se hacía el cuerpo, más ligero se hacía el espíritu. --
¿Se apagó poco a poco, casi dulcemente? -
-Sor María Celina: Cuando
tuvo necesidad de ayuda, pusimos su cama en el centro de la celda y
todas nosotras alrededor, junto al obispo de Leiría-Fátima. Yo estaba de
rodillas junto a ella. Sor Lucía miró a todas y al final me miró a mí
la última. Fue una mirada larga, pero había en sus ojos una luz profunda
que llevo en mi alma. --¿La siente aún cercana? --Sor María Celina:
Le rezo siempre y sé que ella ruega por nosotros. Hay cosas que no necesitan palabras: basta un gesto, un pensamiento. Antes Sor Lucía tenía problemas de oído. Ahora ya no. Ahora entiende todo hasta sin palabras.