El punto de partida lo presentó el pasaje del segundo libro de los
Macabeos (6, 18-31), donde Eleazar —una especie de «Policarpo», de pater
familias del Antiguo Testamento—, con sus noventa años, «no permite que
el espíritu de la mundanidad lo debilite» y «ante la prueba no se
entrega».
¿Qué había sucedido? «El pensamiento único de la apostasía —explicó
el Papa— pretendía que comiese carne de cerdo»; él en cambio la rechazó y
la escupió. Entonces «sus amigos mundanos, los que habían cedido al
espíritu de la mundanidad, lo llamaron, lo llevaron a un sito aparte y
trataron de convencerlo», proponiéndole una solución cómoda: «Hagamos
una cosa, prepárate una buena sopa de carne que tú puedas comer y simula
que comes la carne de cerdo, así salvas tu vida y no pecas». Pero el
anciano escriba «se indignó». Y «con esa dignidad, con esa nobleza que
él tenía de una vida coherente» se encaminó al «martirio», dando
testimonio: «No, yo a mi edad no daré este ejemplo a los jóvenes».
Es un claro ejemplo de «coherencia de vida» de la cual nos aleja «la
mundanidad espiritual». Precisamente en esto se centró el Papa Francisco
analizando el comportamiento de muchos: «Tú finges ser así, pero vives
de otra forma». Es la mundanidad que se introduce en el espíritu humano y
poco a poco va tomando posesión de él: «es difícil identificarla desde
el comienzo —destacó el Papa Francisco— porque es como la polilla que
lentamente destruye, carcome la tela y luego esa tela es inutilizable».
Así «el hombre que se deja llevar por la mundanidad pierde la identidad
cristiana», la arruina, llegando a ser «incapaz de coherencia». En
efecto, continuó el Papa, está quien dice: «Oh, yo soy muy católico,
padre, voy a misa todos los domingos, soy muy católico»; luego, sin
embargo, en la vida cotidiana o en el trabajo es incapaz de ser
coherente. Así, por ejemplo, cede ante el discurso de quien le propone:
«Si me compras esto, hacemos este acuerdo y tú te quedas con una suma de
dinero».
«Esto —recordó el Pontífice— no es coherencia de vida, esto es
mundanidad». Y es precisamente la mundanidad la que «conduce a la doble
vida, la que es apariencia y la que es verdadera, y te aleja de Dios y
destruye tu identidad cristiana». Por esto «Jesús es tan fuerte cuando
pide al Padre: «Padre, no te pido que los quites del mundo sino que los
salves, que no tengan el espíritu mundano”», es decir «ese espíritu que
destruye la identidad ¡cristiana».
De la Sagrada Escritura, en particular del relato que habla del
anciano Eleazar, surge un «ejemplo contra este espíritu de mundanidad».
No por casualidad el Pontífice invitó a los fieles a volver a escuchar
sus palabras coherentes: «Si muchos jóvenes piensan que yo a los noventa
años me he pasado a las costumbres extranjeras, a su vez, por causa de
mi comportamiento, se perderán por mi culpa». Eleazar, por lo tanto, se
preocupa por el ejemplo que podría dar a los jóvenes si cediese. Es una
elección que el Papa interpretó así: «El espíritu cristiano, la
identidad cristiana, nunca es egoísta, siempre trata de iluminar con la
propia coherencia, cuidar, evitar el escándalo, cuidar a los demás, dar
un buen ejemplo».
Cierto, añadió el Papa Francisco, alguno podría objetar: «Pero no es
fácil, padre, vivir en este mundo, donde las tentaciones son tantas, y
la astucia de la doble vida nos tienta todos los días, ¡no es fácil!».
En realidad, explicó el Pontífice, «para nosotros no sólo no es fácil,
es imposible. Sólo Él es capaz de hacerlo». Por ello la liturgia del día
invita a rezar con el Salmo: «El Señor me sostiene».
Es Dios, recordó el Papa, «nuestro apoyo contra la mundanidad que
destruye nuestra identidad cristiana, que nos conduce a la doble vida».
Sólo Él puede salvarnos. Y, así, «nuestra oración humilde será: “Señor,
soy pecador, de verdad, todos lo somos, pero te pido tu apoyo, dame tu
apoyo, para que de una parte no finja ser cristiano y por otra viva como
un pagano, como un mundano”». El Pontífice concluyó la homilía con un
consejo: «Si hoy tenéis un poco de tiempo, tomad la Biblia, el segundo
libro de los Macabeos, capítulo sexto, y leed esta historia de Eleazar.
Os hará bien, os animará a todos a ser ejemplo y también os dará fuerza y
ánimo para vivir la identidad cristiana, sin componendas, sin doble
vida».
PAPA FRANCISCO
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