Que se alegren los que se acogen a Ti con júbilo eterno; protégelos,
para que se llenen de gozo los que aman tu Nombre. Porque tú, Señor,
bendices al justo, y como un escudo lo cubre tu favor (5,12-13).
Tengo
siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se
me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la
corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en
tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha (15,8-11).
Nosotros
aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; con él se alegra
nuestro corazón, en su santo nombre confiamos (32,20-21).
Rocíame
con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados
(50,9-10).
Alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia
Ti; porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con
los que te invocan (85,4-5).
El Señor es compasivo y
misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. No nos trata como
merecen nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas. Como un
padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor teruna por sus
fieles; porque Él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro
(102, 8.10.13-14).
No hay comentarios:
Publicar un comentario