"Tú eres un Dios escondido, el Dios de Israel, el Salvador" (Is
45, 15). Con estas palabras, el profeta invita a reconocer que Dios
actúa en la historia, aunque no aparezca en primer plano. Se podría
decir que está "detrás del telón". Él es el "director" misterioso e
invisible, que respeta la libertad de sus criaturas, pero al mismo
tiempo mantiene en su mano los hilos de las vicisitudes del mundo. La
certeza de la acción providencial de Dios es fuente de esperanza para el
creyente, que sabe que puede contar con la presencia constante de Aquel
"que modeló la tierra, la fabricó y la afianzó" (Is 45, 18).
En efecto, el acto de la creación no es un episodio que se pierde en la noche de los tiempos, de forma que el mundo, después de ese inicio, deba considerarse abandonado a sí mismo. Dios da continuamente el ser a la creación salida de sus manos. Reconocerlo es también confesar su unicidad: "¿No soy yo, el Señor? No hay otro Dios fuera de mí" (Is 45, 21). Dios es, por definición, el Único. Nada se le puede comparar. Todo está subordinado a él. De ahí se sigue también el rechazo de la idolatría, con respecto a la cual el profeta pronuncia palabras muy duras: "No discurren los que llevan su ídolo de madera y rezan a un dios que no puede salvar" (Is 45, 20). ¿Cómo ponerse en adoración ante un producto del hombre?
En efecto, el acto de la creación no es un episodio que se pierde en la noche de los tiempos, de forma que el mundo, después de ese inicio, deba considerarse abandonado a sí mismo. Dios da continuamente el ser a la creación salida de sus manos. Reconocerlo es también confesar su unicidad: "¿No soy yo, el Señor? No hay otro Dios fuera de mí" (Is 45, 21). Dios es, por definición, el Único. Nada se le puede comparar. Todo está subordinado a él. De ahí se sigue también el rechazo de la idolatría, con respecto a la cual el profeta pronuncia palabras muy duras: "No discurren los que llevan su ídolo de madera y rezan a un dios que no puede salvar" (Is 45, 20). ¿Cómo ponerse en adoración ante un producto del hombre?
SAN JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL (31 de octubre de 2001)
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