miércoles, 29 de octubre de 2014

UN CORAZÓN LIMPIO

                                        

Para poder orar, necesitamos un corazón limpio. Con un corazón limpio, es posible ver a Dios. 

La oración da un corazón limpio. Ése es el comienzo de la santidad. La santidad no es un lujo reservado para algunos, es un don sencillo ofrecido a vosotros como a mí.

¿Dónde comienza la santidad? En nuestros corazones. Es por eso que tenemos necesidad de una oración continua para mantener nuestros corazones limpios, pues el corazón limpio se vuelve tabernáculo del Dios vivo.

Jesús se hace pan de vida para darnos su vida, para que lleguemos a ser como él. Seamos, pues, como Jesús, llenos de compasión, llenos de humildad los unos hacia los otros. Al amarnos unos a otros le amamos a él. Vosotros y yo tenemos simpre la ocasión de acercarnos a la santidad gracias a la oración, el sacrificio y el amor. Oremos unos por otros para que crezcamos, cada vez más, del mismo modo que Cristo.

Cristo Jesús nos ha dicho que deberíamos "orar simpre sin desfallecer", es decir, que no nos casemos de hacerlo. San Pablo escribe: "Orad sin cesar". Dios llama a todos los hombres a esa disposición orante del corazón.

Dejad que el amor de Dios tome entera y absoluta posesión de un corazón; que ello llegue a ser para ese corazón como una segunda naturaleza; que ese corazón no deje entrar nada en él que le sea contrario; que se aplique continuamente a aumentar ese amor de Dios buscando complacerle en todo sin rechazarle nada de lo que él pida; que acepte como viniendo de la mano de Dios todo lo que le ocurra; que tome la firme resolución de nunca cometer falta deliberadamente y conscientemente o, si cae, pedir perdón y levantarse en seguida. Un corazón así rezará continuamente.

El conocimiento de Dios produce el amor y el conocimiento de sí produce la humildad. La humildad no es más que la verdad. ¿Qué tenemos que no hayamos recibido? Si estamos convencidos de ello, nunca alzaremos la cabeza con orgullo. Si sois humildes, nada os conmoverá, ni alabanza ni oprobio, pues sabéis lo que sois. Si os censuran, no os desaniméis por ello. Si os proclaman santos, no os pondréis sobre un pedestal. El conocimiento de nosotros mismos nos pone de rodillas.

Cambiad vuestros corazones...No hay conversión sin cambio de corazón... Cambiar de lugar no es solución; cambiar de actividad no es la solución. La solución está en cambiar nuestros corazones. ¿Y cómo los cambiaremos? Orando.


Beata Teresa de Calcula (1910-1997) fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad.

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